El proceso de deslocalización de la segunda mitad del siglo xx y la reflexión
acerca de la utilización de nuevos mecanismos de planeamiento, proyecto
y gestión urbana en la ciudad consolidada crearon la oportunidad de intervenciones de larga escala en las periferias industriales históricas. El proyecto
de transformación urbana responde a las especificidades de este territorio
entrecortado por obstáculos de diferente naturaleza y contaminado por
variadas preexistencias de su pasado industrial, creando nuevas actividades y nuevas oportunidades para barrios periféricos.
El proceso de degradación ha abierto la oportunidad de intervención en
las periferias, coincidente con un momento de reflexión acerca de la utilización de nuevos mecanismos de planeamiento, proyecto y gestión urbana
que buscaban dar mejor uso a la ciudad consolidada, actuando de forma
diferente a los procedimientos de tabulas rasas de las décadas anteriores.
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Durante la década de 1980, se utilizaron tales mecanismos para reformular
fragmentos de la ciudad central con vistas a la estructuración de una red de
espacios libres. En la década siguiente, las intervenciones se dirigieron hacia
áreas más extensas de las periferias industriales, aportando nueva variable a
la transformación por fragmentos: creciendo la dimensión de los terrenos de
intervención, pasa a existir el riesgo de un proyecto urbano indiferente al entorno y al territorio, configurándose como una estructura urbana autónoma.
Las primeras periferias como espacios heterogéneos
A medida en que crece la ciudad se forman nuevas coronas periféricas. En
las aglomeraciones actuales, lo que consideramos como las “periferias” por
excelencia son, de hecho, las terceras o cuartas coronas periféricas de la ciudad. Las sucesivas periferias se van alejando del centro urbano, tanto en
términos de distancia, como en términos de continuidad edificada. A partir
de la segunda corona periférica, los conjuntos habitacionales, polígonos de
viviendas o polaridades urbanas, como centros comerciales, parques industriales, áreas de recreación, configuran un tipo de periferia caracterizada por
paquetes urbanos aislados y autocontenidos, un tipo de crecimiento disperso relacionado con las infraestructuras, ausente de estructura y continuidad
(MARTINS, 2004). Las primeras periferias urbanas, que se formaron a partir de mediados del siglo xix, por el contrario, no son carentes de estructura y continuidad. Estas
periferias, dichas históricas, han crecido a lo largo de los enlaces existentes
con el centro urbano y alrededor de las infraestructuras y de los recintos
industriales puntuales.
El proyecto urbano de finales del siglo xx: ordenaciones híbridas
El primer nivel de aproximación del proyecto urbano es el que trata de la
estructura del espacio urbano. Es la etapa en que se define el soporte que configura los trazados. Desde el vacío, organiza la forma urbana, es decir el
espacio edificado y los espacios libres que tienen función estructurante. Su
función es contribuir para el efecto del nuevo fragmento en su vinculación
o independencia con relación al entorno.
El siguiente nivel de aproximación se refiere a los mecanismos de ordenación. Estos mecanismos precisan las reglas según las cuáles se distribuyen
los elementos edificados sobre la unidad urbana definida por el soporte. El
orden establecido define cómo se organizan los espacios libres en el interior
de la manzana.
El último nivel de aproximación se refiere a la tridimensionalidad de la
forma urbana. La composición de los volúmenes edificados especifica los
efectos de uniformidad o diversidad presentes en cada unidad urbana y
cómo estos influencian la regularidad o la irregularidad del paisaje urbano.
El proyecto de transformación urbana de los últimos 30 años, del punto
de vista de la estructura urbana, asimila la dicotomía entre la preocupación
exclusiva con el paisaje urbano, y por lo tanto con el espacio público en el
siglo xix, y la preocupación fundamental con el espacio privado en la primera
mitad del siglo xx.
En términos de ordenación y de composición, se verifica un intento de síntesis entre la preocupación de los siglos xix y xx. Así, las categorías tradicionalmente empleadas para explicar el tipo de ordenación (ordenaciones abiertas o
cerradas) no son suficientes para explicar las opciones de organización de los
elementos libres y edificados en el proyecto de transformación urbana de los
últimos 30 años. Se utilizan sobretodo lógicas híbridas, entre su naturaleza
extro-vertida o intro-vertida.
La tridimensionalidad del proyecto: composición en estratos
El paso de la ordenación en planta a la composición tridimensional de la
unidad urbana introduce la relación entre planos horizontales y verticales.
Se reconoce este paso de lo bidimensional a lo tridimensional como una
etapa analítica aunque como proceso proyectual, se suelen construir simultáneamente.
La tridimensionalidad del proyecto de transformación urbana de los últimos 30 años puede ser interpretada como una composición en estratos.
Cada estrato está compuesto por ordenaciones que siguen las lógicas híbridas anteriormente descritas.
Se reconocen tres estratos: la planta baja – base que toca el suelo –, el
cuerpo representado por las plantas intermedias y el remate configurado
por las plantas superiores.
La planta baja establece las relaciones entre el espacio público y el privado
pues, en este nivel, se establecen los accesos principales a la edificación
como al interior de la manzana. En este sentido, más que el basamento que
sostiene la edificación, se trata de un estrato cuya función es la determinación de los dominios.
La existencia de una planta baja que concentra la masa edificada alineada
con los trazados (sistema viario) conforma los límites del espacio público.
Por esta razón, la planta baja es un estrato substancial en la configuración
del paisaje urbano. No obstante, cuando la planta baja se disgrega en volúmenes fraccionados, la percepción de los límites entre el espacio público
y el privado se debilita y ésta pierde su función como referencia del paisaje
urbano.
La planta baja que sigue una ordenación extro-vertida pero con tendencia a
la disgregación, presenta numerosas interrupciones en la masa edificada perimetral, configurando pasajes. Los pasajes dan acceso a espacios interiores
concentrados, con menor posibilidad de movimiento como los patios. El
efecto panóptico de “salón” urbano de estos espacios sugiere mayor privacidad y control. Una secuencia de pasajes, por el contrario, determina flujos
en una dirección.
La planta baja que sigue una ordenación extro-vertida pero con tendencia a
la disgregación, presenta numerosas interrupciones en la masa edificada perimetral, configurando pasajes. Los pasajes dan acceso a espacios interiores
concentrados, con menor posibilidad de movimiento como los patios. El
efecto panóptico de “salón” urbano de estos espacios sugiere mayor privacidad y control. Una secuencia de pasajes, por el contrario, determina flujos
en una dirección.
En las plantas bajas de ordenación intro-vertidas con tendencia a la disgregación, el espacio libre de la manzana es el fondo que soporta los volúmenes dispersos. No se asocian a estos espacios libres una clara función en
el movimiento o en la configuración del paisaje urbano. Muchas veces, se
los denomina jardines o parques. Sin embargo, son espacios residuales, de
dominio ambiguo.
En las plantas bajas con ordenación intro-vertida, con tendencia a la compacidad, se observan espacios libres bien delimitados con geometría propia.
Plazas en forma circular o elíptica como los “crecents” ingleses, o bien el
“square” del siglo xix reaparecen como espacios libres concentrados en las
planta bajas cuyas masas edificadas tienden a agregarse.
Buscar coherencia entre el nuevo y el existente
Los proyectos de transformación urbana deben afrontar el problema del
encaje de una nueva morfología en la diversidad de la ciudad tradicional,
y en especial, en la heterogeneidad de las periferias.
Como la ciudad tradicional se construye parcela a parcela, reglas disímiles
se perciben en este nivel, como resultado de las diferentes ordenanzas, así
como por las mutaciones que suelen acontecer a lo largo del tiempo en
el espacio urbano.
En la transformación urbana, sin embargo, no hay espacio a la “natural”
diversidad. Ya no se construye parcela a parcela. Cada incorporador gestiona piezas urbanas y definen la forma urbana en un período de tiempo
menos extendido.
Frente a esa forma de gestión de las operaciones, la transformación urbana de los últimos 30 años busca estrategias de proyecto que permitan
simular la diversidad, mediante algunos recursos de diseño en el nivel de
la composición tridimensional de las unidades urbanas.
Una estrategia se refiere a la contribución de diferentes arquitectos sobre
una misma unidad operativa. En algunos casos, como la Villa Olímpica,
en Barcelona, o el proyecto de Borneo, en Ámsterdam, se eligen puntos
estratégicos para el cambio de arquitecto – la esquina, por ejemplo.
Aportar diversidad como una estrategia de proyecto
Utilizar la diversidad para un mejor encaje entre lo nuevo y lo existente depende del grado de heterogeneidad del entorno y del nivel en qué
está presente (si en el grano urbano o edificado). Tridimensionalmente,
el proyecto debe buscar comprender en cual estrato radica la diversidad
del territorio en que se inserta. Eso orientará, por ejemplo, decisiones porplantas bajas más disgregadas y cuerpos más agregados o, al revés, definir
bases agregadas con la variación en los cuerpos de las edificaciones.
En el caso de que se establezcan reglas relativamente uniformes para la
globalidad de las unidades urbanas, la diversidad podría ser buscada en
la multiplicidad de las arquitecturas. Eso implica adoptar un tipo de lógica de gestión de la intervención aproximada a las lógicas de la ciudad
tradicional, con propiedades fragmentarias e incorporadores diversos. La
unidad urbana tiene que presentar un grano edilicio de menor dimensión
para que la diversidad se limite a la escala arquitectónica.
Como una de las conclusiones del trabajo, se observa que la relación que
permite el encaje de un nuevo tejido en una situación heterogénea, como
la de las primeras periferias, se refiere a un grado intermedio de diversidad
que se manifiesta en la textura del proyecto urbano.
Composiciones tridimensionales demasiado uniformes anulan la percepción de la edificación. Predominará la percepción de la masa edificada de
la manzana como un elemento “sólido” y homogéneo. Si el entorno no
sigue las mismas reglas compositivas de esta unidad uniforme, entonces el
contraste entre ambas configuraciones será contundente. La regla opuesta
tampoco garantiza mucha coherencia. Una composición demasiado singular individualiza el edificio, de modo que tampoco se observan las características de repetición y cierta continuidad necesarias a la percepción de un
tejido cohesionado. Frente a la heterogeneidad de las primeras periferias, la
búsqueda de cierto grado de diversidad para la composición de la manzana
es una estrategia interesante para generar transiciones con mayor continuidad.
BIBLIOGRAFIA