martes, 30 de junio de 2020

VARIABLES DEL ESPACIO PÚBLICO CONTEMPORÁNEO


Espacio publico y arquitectura

El espacio público es en gran medida el depositario de la memoria viva de la ciudad. La foto de un instante de lo que nos identifica -entre pasado y futuro- , en un ejercicio de proyección, transparencia y salud urbana. También es, una reescritura de los escenarios sociales. Intersección, fricción, condensación, persistencia, intensidad, actividades y significados que determinan la complejidad de la ciudad contemporánea. Soporte material de la legibilidad de la ciudad. Cada vez más, elemento nodal de la red de conexiones neuronales que dibujan el espacio humano adscrito a definidos lugares de referencia. 

Para delimitar el variable significado de “lo público” a lo largo del tiempo, hay que inscribirlo en la distinta evolución del sujeto de soberanía sobre el espacio y el territorio. Hasta cierto punto, el actual significado, es una acepción moderna que surge de la delimitación de la esfera de lo comunitario. Alejado de la raíz griega que lo circunscribía al espacio vinculado al libre “diálogo entre iguales”, la idea que ahora asociamos al concepto de “lo público”, esta más próxima a la reciente construcción de la identidad colectiva. Sin intentar explicarlo desde su titularidad jurídica, la manera más fácil de delimitar el ámbito del espacio público, es utilizando la contraposición -el negativo- de todo aquello que mantenemos excluido o cercado. La idea del espacio como recinto, siempre ha explicado muchas de las cualidades de la arquitectura. El valor del espacio público, se manifiesta en la capacidad de admitir múltiples y variadas apropiaciones. Pero, si sólo explicáramos el espacio público a través de su capacidad a ser apropiado, estaríamos dejándonos fuera, su papel más importante: su capacidad para atraer y convertirse en centro de actividades colectivas en muy diferentes supuestos.

El espacio público es también la materialización de la idea de pertenencia. Es el espacio físico sobre el que se adhieren, conceptos tan inmateriales, pero al mismo tiempo tan concretos, como: "el estar", o "pertenecer a…". El espacio público es en primer lugar la perceptibilidad de la pertenencia, frente al espacio privativo, excluyente, o individual. Es también, sobre cualquier otro, el espacio donde se refugian los estados de ánimo sociales, que convergen desde los pensamientos personales. El espacio público como antítesis del espacio excluyente privado, es en la escala del paisaje lo que los “land”, tanto en inglés como alemán definen como lugar, territorio (“homeland, motherland” o “vaterland, heimatland” lugar de pertenencia) también en el sentido extremo como patria. En el ámbito de lo urbano, esta pertenencia implica el hacer “nuestros” estos espacios, que identificamos como: “mi calle” ,”mi barrio”, “mi ciudad”, “mi territorio”, “mi país”. Estas diferentes escalas que se refugian en el espacio de lo público, cuando materializamos su forma a través de la arquitectura, estamos delimitando el campo de lo inmaterial, haciéndolo tangible. En cierto sentido podríamos entender la arquitectura como el catalizador que al fijar límites y cualidades, materializa la presencia del vacío, dando forma, al contenido abierto del concepto de lo comunitario.

Lo público genéricamente, se materializa en la arquitectura del plano vertical a través de la arquitectura de los límites, las edificaciones, las formas asociadas al recinto, y la arquitectura del plano horizontal del suelo, que se define por elementos como la topografía, los pliegues, el diseño de los componentes encargados de explicitar la materialidad del espacio público, como concentrador de la actividad y también del contenido simbólico, material y funcional. 

Cerdà, en su ideario de ciudad, no concebía fuera del espacio asociado al aprovechamiento de la unidad de manzana, otro espacio libre que el del tráfico y la movilidad. A riesgo de simplificar podríamos decir que en el ensanche se pudieron prever y construir manzanas de equipamientos pero difícilmente llegamos a encontrar lugares donde construir plazas.

En algún caso podemos intuir el valor estratégico de los grandes parques que no se construyen, pero difícilmente llegó a dar pistas de cómo habían de materializarse las grandes plazas. En ningún caso llega a dibujar –y ello quizá lo convierte en un personaje radicalmente moderno- elementos formales que definirán el perímetro objetual de los espacios focales, quizá porque era consciente de la inutilidad temporal de reproducir aquellos espacios decimonónicos e ilustrados. 



También, como lugar de intercambio intenso entre la movilidad y las funciones propias de la actividad urbana (social y también funcional y económica), y espacio público como lugar donde proyectamos igualmente, las características, de nuestros nuevos símbolos de centralidad urbana. También, de representatividad concernida en torno a la arquitectura del espacio urbano. En cuanto a ciudad, en cuanto lugar. Cuando estos tres niveles reseñados -la pertenencia, la actividad preferencial al uso, y la perceptibilidad -, no son concurrentes, o divergen como en el caso del ejemplo comentado, la situación se convierte, cuando menos en equívoca.

Podemos determinar así que el espacio urbano contemporáneo, lejos de aparecer, como un tranquilo y sosegado lago, sin ninguna perturbación climatológica, es un océano que esconde infinitas posibilidades de ser navegado y redescubierto. El espacio público contemporáneo no se dibuja desde la agregación de frases inconexas, ni menos aún desde palabras dispuestas ordenadamente, como un diccionario que recoge acepciones de todo tipo. 






BIBLIOGRAFIA

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